miércoles, 17 de diciembre de 2014

En la isla

El río come la orilla con hambre desmedida. Veo subir las aguas revueltas, movidas por la mano implacable de un viento que no cesa. La boca de este río devora la plácida tierra que a mis pies abraza. Hace horas, días, semanas, todo era calma en las islas. Pero cuando llega el hambre del agua todo cambia. Nada queda en pie, ni la ausencia azulada del amanecer, ni la noche cerrada de luna nueva. Tu recuero tampoco logra salvarse de sus garras y se hunde en el primer remolino que pasa por el muelle. Olor a selva, a arcilla, a salvaje, a vida. El agua arrasa con los sueños y la fantasía. Pero el río no es agua, es río. Es otra cosa. Es agua vida, que late, que sabe lo que hace. Y la orilla se deja devorar el cuerpo con entrega, también desmedida.

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