domingo, 17 de enero de 2010

Sabor

Abro una ciruela, con los dedos, y ella me ofrece su corazón fresco, carnoso y su centro más duro rayado, plegado, imposible de abrir. La llevo a la mi boca sedienta y mastico más con la lengua que con los dientes, la pulpa amarilla y almibarada. Se calma la sed, descubriendo un saber ácido y dulce a la vez, como algunas cosas de la vida.
Las personas, también tienen sabores diferentes, únicos e irrepetibles. Los olores pueden ser similares entre alguna gente, pero los sabores no. Puedo adivinar a veces, el sabor de alguien sin probarlo, poniendo en práctica un simple ejercicio: imagino a qué fruta se parece y así de sencillo puedo saborear a esa persona, o al menos, pensar qué sabor tendrá su piel, su alma.
Algunas personas es mejor no imaginar a qué fruta se parecen, simplemente porque no se parecen a ninguna, o se parecen demasiado a otras cosas que no serían nada apetecibles. O están las personas que por diferentes motivos no me apetecen para nada, y no me interesa siquiera hacer el mínimo intento de adivinarles el sabor. Pasan de largo, aunque las vea todos los días durante horas.
Hay hombres y mujeres que se acercan demasiado al sabor de las uvas moscatel, del durazno recién cosechado, de la manzana colorada, de la manzana verde, del limón (de la fruta entera o sólo de su jugo apenas endulzado). Otros se parecen a la naranja, a la mandarina, a las frutillas, a la rareza del kiwi, al arándano sanador, a la nuez untuosa, a la almendra (blanca por dentro), a la banana (pisada con miel). El fruto de la pasión es sólo para algunos, que conservan la pasión despierta a través de los años, tengan la edad que tengan, y apenas pasan cerca, todo se enciende de colores raros, todos quieren probarlos, o al menos hablarles o mirarlos.
Yo tengo mis sabores preferidos. Así como en las comidas, en el helado, en los jugos, también en las personas. Las que probé y las que pruebo aún. Las que nunca probé pero imagino su sabor. Las que nunca probaré, pero me gusta imaginarlas de un sabor particular. Las que se que probaré, y las saboreo desde ahora, como las ciruelas cuando están aún verdes, pero es fácil verlas en el árbol y saber qué gusto tendrán cuando maduren. Sólo es cuestión de paciencia, de esperar que maduren para poder disfrutarlas.