miércoles, 7 de octubre de 2009

La lengua de las mariposas


Me encontré con un libro de esos que no pueden olvidarse. Hace unos años, alguien me prestó un ejemplar de Que me quieres amor, del escritor gallego Manuel Rivas. En ese entonces, no conocía ni su pluma ni su mirada del mundo tan singular. Lo empecé a leer y no pude soltarlo hasta llegar a la última página. Quedé totalmente atrapada por la poesía que emanaba de cada uno de sus relatos, pero hubo uno en particular que sacudió mi alma hasta lo más hondo: La lengua de las mariposas. La historia es iniciática, trágica, tan real como la vida misma. Un niño y su maestro y el amor entre ambos, en épocas remotas en las que ese amor no tenía más aristas que la del respeto y el cariño, alimentado por el ansia desmesurada del pequeño por aprehender el mundo entero a través de ese hombre admirado y admirable. En unas pocas páginas, Rivas nos pone ante los ojos un pueblo en Galicia, sus hombres y mujeres, y la miseria y la cobardía de éstos ante las tropas franquistas que vienen a llevárselo todo, para al fin, dejarnos con el dolor de un niño que no entiende, pero nunca podrá olvidar. Ese mismo día, el niño comienza a adentrarse en el mundo de los adultos, a pesar suyo, a pesar de todo. Porque el hombre que le enseñó todo lo que sabe, es atado, golpeado y llevado por unos hombres que él desconoce, porque ese día su padre le grita barbaridades a su maestro, porque ese día, él mismo llora y se da cuenta de que nunca más volverá a ver a su maestro. Siempre recordará que las mariposas tienen lenguas, como trompas de elefantes. Imagino que el niño hubiera querido en ese instante ser una mariposa e ir probando de flor en flor, ese universo de sensaciones y colores, tan lejos de la muerte que comenzaba a flotar sobre España en aquél tiempo. El mismo de mis bisabuelos, el mismo de tantos otros hombres y mujeres que no pudieron hacer.