El río come la orilla con hambre desmedida. Veo subir las aguas revueltas, movidas por la mano implacable de un viento que no cesa. La boca de este río devora la plácida tierra que a mis pies abraza. Hace horas, días, semanas, todo era calma en las islas. Pero cuando llega el hambre del agua todo cambia. Nada queda en pie, ni la ausencia azulada del amanecer, ni la noche cerrada de luna nueva. Tu recuero tampoco logra salvarse de sus garras y se hunde en el primer remolino que pasa por el muelle. Olor a selva, a arcilla, a salvaje, a vida. El agua arrasa con los sueños y la fantasía. Pero el río no es agua, es río. Es otra cosa. Es agua vida, que late, que sabe lo que hace. Y la orilla se deja devorar el cuerpo con entrega, también desmedida.
miércoles, 17 de diciembre de 2014
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Casa Cinco
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espesura
con tu cuerpo
se deshace
me diluyo
boca de hambre
gota llena
pasión
atadura
libre albedrío de las lenguas.
No hago pie
nado a la nada
repto en silencio
abrazo tu brazo
adivino tu hombro.
Abro mi mano
te llevo
y nos vemos
corremos
te muestro mi casa
la nueva
las maderas que huelen
los pisos desnudos.
Hay fiesta
en la casa
habitación, pasillo, escalera, cumbre
sótano, buhardilla
corremos
de la mano
atravesando puertas
de tu mano
blandiendo picaportes
de mi mano
y hasta caemos
bailando.
Desnuda yo
me asomo a tu boca
predicen tormenta
la lengua
atrapa
los dientes
los labios
el agua.
No hay nada
la casa
la nueva
la madera
mi cuerpo
la lluvia.
No hay nada y hay todo.
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