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domingo, 18 de julio de 2010

Hilos

Tan livianos como para hamacarse en el viento. Como las babas del diablo. Invisibles y delgados, de hilo de costura apretada en el ruedo de un vestido de primavera. Tan resistentes al tiempo como la tanza del pescador más experimentado, que lucha contra viento y marea desde su bote para atrapar al gran pez. Suaves, delicados, porfiados, no son nunca ovillos sino dibujos deshilachados en el aire. Sobre el cielo, los hilos se dividen en hebras de tonos imposibles: son dorados, de plata, azules, cobrizos, rojos. Recorren infinitas distancias, de tiempos y espacios insondables, pero siempre llegan a destino. Hilos que son caminos. Hilos que abrazan y celebran bailoteando en una terraza, en un parque, en una mesa, en un silencio de noche. En la luna, también bailan, los hilos de tus ojos, de tu alma. Mientras tanto, la música siempre señala el recorrido.

domingo, 18 de octubre de 2009

Casa


Estoy sentada en un sillón blanco, en un patio de baldosones morados y blancos. Es mi casa blanca y enorme ahora. Malvones, madreselvas, achiras, cañas y jazmines me rodean como una gran coraza milagrosa y florida. Una mata de statis japonés ilumina un rincón azulado. Las margaritas salpican todo el pasto, curiosas y rebeldes. Huelo. Menta, yerba buena, tomillo, curry, son los fuertes aromas de otro tiempo. Respiro profundo, viajando sin moverme, y los recuerdos golpean fuerte en mis pulmones. No los dejo salir fácilmente, los saboreo y me deleito con lo que fue. Adentro de la casa, en la cocina, ya está listo el festín a la espera de los otros. Abro los ojos, que desde hace un buen rato se cerraban al sol. La luz se me hace difícil y por un segundo parece demasiada para mis retinas cansadas. Sin embargo, no es suficiente, nunca es suficiente la luz ni el tiempo preciso para ver y verlo todo. Hilando pensamientos como hebras, me propongo plantar cuanto antes un árbol de cedrón. Es en ese exacto segundo cuando escucho a lo lejos las voces pequeñas y gritonas de mis nietos. Están llegando a casa. Pronto mis ojos estarán vivos nuevamente, jóvenes, ávidos y mis manos y mi cuerpo se moverán como hace treinta años atrás. Para abrazarlos, para sostenerlos, para mimarlos. Mañana mismo voy a pedir ayuda para plantar ese cedrón… Ahora, a disfrutar del festín.