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jueves, 24 de enero de 2013

El ojo de la elefanta

Esperar más, menos, siempre, todo, algo.
Sentada, para no caerme al abismo de tu oscura boca,
muda de furioso azabache.

No espero más, nada, nunca, algo.
Ventanas cerradas al paso del verano celoso
retumban,
precisas,
en mi recuerdo.

Al galope huye,
secreto,
y afila el aire nocturno
su crin larga y negra.

Basta,
me digo.
Conmigo me acuesto
y me hago compañía.
No me engaño, no me hago trampa.
Me acuno en las aguas de la que soy.

La que fui se va, muere, parte, viaja.
La despido con una canción
y me encuentro conmigo,
con ésta,
con la elefanta que soy
y elijo ser
hoy.

Gracias.



martes, 13 de octubre de 2009

Piel


La piel se desprende de mi piel. Es el sol que calienta y quema las heridas y deja a la vista un sinfín de cicatrices amargas. Así, desnuda sobre la tierra negra, me quedo inmóvil mientras muta mi cuerpo y se transforma armónicamente, lentamente, casi sin dolor. Algo quema por un instante que parece una eternidad, pero pasa. Se calma la impaciencia, se alivia la inquietud, se escapa la ceguera. Te veo a mi lado, como siempre y entonces puedo sentirte majestuoso y eterno. Mi cuerpo ya no sangra, mi piel ahora resplandece y está lista para salir nuevamente al camino. Me das tu mano y yo la tomo. Vamos juntos. Dejo atrás la piel gastada, sucia, amarillenta y vieja. Pero no miro atrás, porque no hay nada que mirar. El camino no tiene atrás, los pies nos llevan hacia adelante y mientras pisamos el verde y nos reímos, el sol asoma entre los arces y ya no quema. Estás cantando una canción, nuestra canción…- Por ti, contaría la arena del mar…- y todo es tan natural que hasta me animo a saltar y salir volando de tu mano. No quiero soltarte, y eso es porque decido cada día, seguir a tu lado.